Cuando a Santiago Abascal, el líder del partido español Vox, se le pregunta que explique su repentina popularidad, dice que se debe a que está "en sintonía con lo que piensan millones de españoles".
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Vox ha sido etiquetado como un partido de extrema derecha y populista, antinmigración y antiislam. Pero este vasco de 42 años dice que "defiende el orden constitucional, la reforma constitucional en algunas áreas, la unidad de España, la centralización del Estado y quiere que se controle la inmigración".
Desde que se fundó en el año 2014, Vox ha tenido dificultades para lograr que su mensaje calara en el panorama político español. Pero eso parece haber cambiado desde que el pasado octubre consiguió llenar un polideportivo en Madrid con 9.000 simpatizantes.
A partir de entonces, parece que se le haya empezado a tomar más en serio.
Una encuesta reciente realizada por Celeste-Tel le dio a Vox una participación del 1% del electorado, cinco veces más que el pasado enero. Otra empresa de sondeos, Metroscopia, le concedió al partido un 5% en intención de voto. Eso supone un millón de papeletas.