En la Europa del siglo XVII, cuando Michelangelo Merisi da Caravaggio y Peter Paul Rubens pintaron sus famosas obras maestras, el pigmento azul ultramarino era hecho de una piedra semipreciosa llamada lapislázuli, proveniente de las lejanas minas en Afganistán, que costaba su peso en oro.
PUBLICIDAD
Solo a los pintores más ilustres se les permitía usar ese costoso material, mientras que los artistas menores se vieron obligados a usar colores más apagados que se desvanecían bajo el Sol.
No fue hasta la revolución industrial en el siglo XIX que una alternativa sintética fue inventada, y el verdadero azul ultramarino finalmente se volvió más accesible
Sin embargo, al otro lado del océano Atlántico, los obras barrocas coloniales creadas por artistas como José Juárez, Baltasar de Echave y Cristóbal de Villapando, a principios del siglo XVII en México, Nueva España, estaban llenos de un hermoso color azul.
¿Cómo era esto posible, si se considera que el lapislázuli era incluso más raro en el Nuevo Mundo?