El escándalo nunca ha estado lejos de L’Origine de Monde.
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La obra de Gustave Courbet ha sido una de las piezas más provocativas de la historia del arte por su retrato de los genitales y el torso de una mujer desnuda.
De hecho, aunque fue pintada en 1866, no se exhibió en público hasta 1995.
Durante mucho tiempo se creyó que Courbet había retratado a una amante irlandesa.
Sin embargo, un erudito francés dice que resolvió el misterio. Su teoría apunta a que se trata de la bailarina Constance Queniaux.
Advertencia: una imagen a continuación tiene contenido explícito de la pintura de Courbet.
El experto literario francés Claude Schopp asegura que descifró el enigma al leer la correspondencia entre dos escritores, George Sand y el hijo de Alexandre Dumas.
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¿Quién era Constance Queniaux?
Constance Queniaux se había retirado como bailarina del ballet de la Ópera de París en 1859, tenía 34 años y era amante del diplomático turco-egipcio Halil Sherif Pasha.
Con los años, se convirtió en una mujer de algunos recursos, dedicada al trabajo filantrópico.
Se la ve en las imágenes superior izquierda e inferior izquierda de la imagen siguiente.
El diplomático que encargó a L’Origine du Monde, que era conocido como Khalil Bey, mantuvo la pintura de Courbet en una recamara, detrás de una cortina verde. Solo mostraba el trabajo a visitantes e invitados a fiestas.
La exbailarina se menciona en una carta de Dumas, pero no solo su nombre estaba mal escrito, sino que una palabra fue transcrita erróneamente en inglés en una línea.
"Uno no pinta la más delicada y más sonora entrevista(interview) de la señorita Queniault de la Ópera".
Schopp estaba desconcertado por la palabra "entrevista", por lo que consultó el manuscrito original en la Biblioteca Nacional de Francia que data de junio de 1871 y encontró el error.
Dumas había escrito sobre el delicado y sonoro "interior" de Queniaux, en lugar de una entrevista, lo que llevó a Schopp a deducir que Dumas estaba escribiendo sobre la pintura.
Y eso no fue todo. Tras compartir su descubrimiento con Sylvie Aubenas, de la Biblioteca Nacional de Francia, estaba convencido de que tenía razón.