Jennifer Namulembwa tarda una hora y media camino al trabajo, cinco días a la semana.
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Desde Namuwongo, en el extremo sudeste de la capital de Uganda, Kampala, atraviesa una línea de ferrocarril y cruza el tramo peligroso de una carretera de ocho carriles.
Luego bordea la afelpada colina de Kololo, para finalmente llegar al barrio de Kamwokya a las 9 de la mañana.
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En el trabajo, esta mujer de 34 años pasa dos horas de pie limpiando un edificio de tres pisos.
El resto de su día lo dedica a hacer recados para su jefe. Y, justo después de las 5 de la tarde, traza la misma ruta para regresar a casa.
"Estoy acostumbrada, así que no me pesa la distancia. Nunca uso zapatos caros para trabajar. Aunque también me gustaría disfrutar de la buena vida a veces: ir en automóvil o en motocicleta", se ríe, mostrando sus pies polvorientos dentro de sus sandalias negras.