Si la crisis financiera que estalló hace 10 años nunca hubiera existido, quizás Donald Trump aún sería apenas un empresario y personaje de TV, la Unión Europea mantendría su pujanza de antaño y la política en muchos países sería más previsible.
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Quizás.
Es imposible saber con certeza cómo luciría el mundo hoy sin aquel terremoto financiero y económico que sobrevino tras el colapso del banco de inversión Lehman Brothers en septiembre de 2008, pero sí es factible medir las secuelas de esa crisis.
Y algunas de esas consecuencias repercuten hasta el presente, afectan la forma en que sociedades occidentales ven a sus gobiernos y alimentan el populismo o la radicalización política, afirman expertos.