En el día de Año Nuevo, 1801, un 8º planeta fue detectado orbitando alrededor del Sol entre Marte y Júpiter. Lo nombraron Ceres y su descubrimiento fue considerado como un gran presagio para el futuro de la ciencia en ese siglo XIX que apenas empezaba.
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Pero la emoción se tornó en desesperación unas semanas más tarde, cuando el pequeño planeta se perdió entre una plétora de estrellas. Los astrónomos no tenían idea de dónde se había ido.
Días después, sin embargo, un alemán de 24 años natural de Brunswick, anunció que sabía dónde encontrar el planeta extraviado y les indicó a los astrónomos hacia qué lugar del cielo nocturno apuntar sus telescopios.
Como por arte de magia, Ceres reapareció.
De la noche a la mañana, Johann Carl Friedrich Gauß se convirtió en una celebridad de la ciencia.
La magia de las matemáticas
Por supuesto, su gran acto de predicción astronómica no fue un acto de magia. Fue un acto de matemáticas.
A finales del siglo XVIII ya se predijo la existencia de un planeta en esa vecindad; los astrónomos lo buscaron y lo encontraron, pero por casualidad.
Gauss utilizó el análisis matemático para averiguar qué camino tomaría el cuerpo celeste a continuación.