Uno de los hallazgos recientes más importantes en la arqueología de México se dio por accidente.
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Le ocurrió al arqueólogo Sergio Gómez, quien trabajaba en la conservación del Templo de Quetzalcóatl o la serpiente emplumada, en Teotihuacán, también conocido como "Las Pirámides de Teotihuacán", en el centro de México.
Era la temporada de lluvias de 2003 y el agua que cayó una noche de octubre abrió un agujero en el piso.
Al día siguiente, Gómez descendió por ese agujero con la ayuda de una cuerda y de los trabajadores de la zona arqueológica.
Logró ver que, a 14 metros de profundidad, había un túnel.
"Me di cuenta que era algo muy importante, pero en ese momento no sabía mucho del alcance de ese descubrimiento. Fue con el paso del tiempo que hemos entendido mejor el uso que tuvo ese túnel construido por los teotihuacanos hace unos 2.000 años", dice a BBC Mundo.
El túnel había sido rellenado por los teotihuacanos y ha llevado años de exploración destaparlo y saber qué fines tenía.