Todo el mundo que haya sido cliente de un restaurante de comida rápida (y, ¿quién no?) ha tenido que lidiar con los paquetitos individuales de salsas que te entregan con tu pedido.
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Primero está la frustración de abrir el sobre en la ranura que dice "abra aquí" (nunca funciona ¿verdad?) y luego tratar de exprimir el máximo de kétchup sobre tus papas fritas o en tu hamburguesa, sin tener que regresar al mostrador para rogar por un paquetito más (en muchos lugares cobran por condimentos adicionales).
Lo que muchos consumidores no saben es que no se trata sólo de la molestia de tener que arrugar, doblar y hasta chupar los paquetitos plásticos para tratar de inútilmente vaciarlos. El problema también contribuye a que se desperdicien millones de kilos de comida perfectamente buena.
Es verdad, son pequeños residuos de salsas, condimentos, lácteos, bebidas y otros comestibles que se quedan pegados dentro de su empaque pero, con el tiempo, pueden equivaler a volúmenes increíbles para hogares y negocios.
Sólo hay que pensar en los "miles y millones" de hamburguesas que cierta cadena de comida rápida ha vendido por el mundo. ¿Cuantos paquetitos de saldas habrán distribuido con ellas?