En la costa sudeste de Massachusetts, Estados Unidos, eclipsado por la hermosa península de Cape Cod y las islas portuarias de Nantucket y Martha’s Vineyard, New Bedford es el tipo de lugar por el que muchos atraviesan sin detenerse.
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El centro de la ciudad, un sitio casi olvidado junto al río Acushnet, es una reliquia de su apogeo durante el siglo XIX y se conserva como un monumento a la historia y como un peculiar recordatorio del ascenso y la caída de la ciudad.
Los muelles y las calles de adoquines todavía bullen con vida local, pero si rascas bajo la superficie hay verdades más oscuras y más incómodas que acechan en cada esquina.
Porque New Bedford no es una ciudad cualquiera. Si la visitas, te enterarás de que una vez fue la ciudad más rica per cápita de América del Norte.
Pero también escucharás que los hombres allí tuvieron 100 veces más posibilidades de morir que en cualquier otro lugar y que las calles alguna vez estuvieron cubiertas de grasa y sangre. ¿Cuál fue el catalizador? La caza de ballenas.
El guardabosque del Parque Nacional Andrew Schnetzer le cuenta a los turistas sobre esta turbia historia varias veces a la semana, metiéndose de lleno en este tema que aún es divisivo, tabú y controvertido.
Primero los lleva por William Street, la calle donde está el edificio de ladrillos rojos sede del Parque Nacional Histórico de Caza de Ballenas de New Bedford.
Luego los pasea por Water Street, que alguna vez estuvo repleto de fabricantes de velas, toneleros, carpinteros, constructores de buques, herreros, refinerías, compañías aseguradoras y los bancos más ricos del continente.