"Mi hija y yo estábamos discutiendo en la calle. Cuando saqué el teléfono para ver la hora, ella pensó que iba a llamar a la policía y por eso me lo arrebató. Me empujó y me dio puños y patadas. Me moreteó las piernas. Me arañó los brazos y la cara. Todo eso en la calle".
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Sentada en la pequeña sala de su casa en Inglaterra, esta mujer de origen colombiano se agarra la cara con las dos manos cuando me cuenta lo que pasó ese día.
"Fui a la policía y me pidieron la dirección de dónde había ocurrido la agresión, pero no me la sabía".
Después de dar unas indicaciones con ayuda de un intérprete, los agentes la fueron a buscar. Pero no la encontraron.
"Me dijeron que la dirección que había dado era incorrecta, que no podían ubicarla".
"Después, dejé eso así. No seguí con la denuncia".
Orden de alejamiento
No era la primera vez que Dora* veía el lado oscuro de Marina, su hija mayor. Sabía que había sido violenta con una de sus parejas.
"Mi hija es cruel", asegura.