Rosa espera al niño que viene solo, el de los hoyuelos en las mejillas y el pelo negro azabache. A su nieto que no ha visto en once años y del que se va a encargar de ahora en adelante.
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Han pasado más de dos horas y no llega. Rosa llegó incluso más temprano al aeropuerto por los nervios.
Llegan vuelos y por la puerta salen familias con más niños que adultos. Los pequeños cargan mochilas de dibujos animados, bermudas de colores y se quedan mirando la tienda de Mickey Mouse que está justo afuera. Muchos están en Orlando para visitar Disney.
Entre el gentío, finalmente aparece el niño solo. "Es Brayan", dice Rosa. "Es mi niño".
Corre hacia él y lo abraza." Es idéntico a como se ve en las fotos, es igualito a su papá", me dice Rosa.
"Abuela", le dice el niño, aferrándose a ella. Pasajeros a su alrededor les toman fotos, y varios me preguntan si él es uno de los niños separados de sus padres por Donald Trump.