Algo diferente se está sintiendo en Damasco. El centro de la capital siria casi no resultó dañado durante los pasados siete años de guerra, a diferencia de la mayoría de los suburbios, que están convertidos en escombros.
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Pero el sonido de la guerra sí que había acompañado el día a día de la ciudad: ataques aéreos y de artillería en los suburbios y, mucho menos poderosos, los bombardeos de las fuerzas rebeldes.
Sin embargo, desde la caída hace unos meses de Guta Oriental, el enorme enclave rebelde en el límite de Damasco, todo ha cambiado.
La guerra todavía está en la mente de la gente, dominando su vida. Pero físicamente está en otras partes, concentrada por ahora en el sur, cerca de la frontera con Jordania y el límite con los Altos del Golán. El territorio sirio ocupado por Israel desde la guerra árabe israelí de 1967.
En el barrio cristiano de la vieja ciudad amurallada, las estrellas calles y callejones están llenos de gente. Las tiendas y restaurantes están abiertos y concurridos. Los bares tienen pantallas gigantes listas para otra noche de partidos del Mundial de Fútbol de Rusia 2018.