Son las 7:35 de la noche en Ginebra y el científico venezolano Arturo Sánchez entra en su casa.
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Acaba de llegar de su trabajo en la que es considerada la meca de los físicos en todo el mundo.
Sánchez es uno de los doctores en física fundamental y aplicada que trabaja en el mayor centro de investigación dedicado a la física de partículas del planeta: el CERN, como se conoce a la Organización Europea para la Investigación Nuclear.
Enciende su computadora para conectarse con un grupo de estudiantes que está en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Dentro de poco, en la nación sudamericana serán las 2:00 de la tarde, la hora acordada para el encuentro virtual.
Hace calor en Caracas y cualquiera pensaría que la Facultad de Ciencias -y todo el campus de la UCV- está en periodo vacacional.
Pero no, los pocos estudiantes que entran y salen nos recuerdan a los muchos jóvenes que, por la crisis económica, se han ido del país.
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Desde 2014, según Naciones Unidas más de 80.000 venezolanos -muchos de ellos jóvenes- han pedido asilo en otros países. La matrícula de estudiantes de la Licenciatura en Física en la UCV descendió un 32% de 2013 a 2017.
"Hola muchachos, bienvenidos como siempre a otra clase", dice Sánchez a través de Hangouts, la plataforma de Google para hacer videoconferencias.
"La situación del país cambió"
En un laboratorio de computación de la UCV están sentados nueve jóvenes, solo dos de ellos son estudiantes de este semestre.