"Nosotros huimos como pudimos, pero ellos se quedaron. Eran cinco, cinco de los míos se quedaron bajo las cenizas"
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Francisco López Pozuelos dice que no quiere pensar que están muertos, que todavía no hay nada seguro y que nada le hará cambiar de opinión.
Pero a medida que pasan los días, las esperanzas se desvanecen.
El pasado domingo, una columna de humo y polvo tóxico se desplomó desde lo alto del Volcán de Fuego hasta el caserío donde vivían, en la comunidad de El Porvenir, en Guatemala.
"De pronto todo se nubló y no se veía nada, nada. Era como una neblina muy grande y olía muy feo. El pelo se nos puso duro y la ropa también", cuenta a BBC Mundo.
Fue entonces cuando le dijo a su esposa y a sus hijos que tenían que salir de allí.
"Ellos no querían, porque son cabezones. Lo que pasa es que nosotros estamos acostumbrados a que el volcán no se esté tranquilo, pero yo sabía que esta vez no era igual".