Una teoría conspiratoria en contra de la vacunación avalada por 13 expertos y publicada en una revista de prestigio bastó para generar una crisis de confianza en la comunidad científica que todavía perdura en la actualidad.
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En febrero de 1998, el médico británico Andrew Wakefield vinculó la vacuna conocida como MMR — por las siglas en inglés para el sarampión, las paperas y la rubéola— con los casos de autismo en niños mayores de un año.
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"Debería ser eliminada", llegó a decir en rueda de prensa Walkfield, líder del estudio.
Su afirmación estaba motivada por una investigación que firmaban 13 facultativos, entre los que se encontraba él, y que se había publicado en la revista The Lancet.
"La vacuna puede dañar el intestino haciendo que los químicos dañinos del aparato digestivo lleguen al cerebro desencadenando el autismo", decía el documento que especificaba que apenas 12 menores participaron en el estudio.
No importó, la explicación científica caló en la población.
Pánico entre los padres
La comunidad científica no supo cómo responder ante algo sobre lo que no había pruebas que pudiesen demostrar que el estudio estaba equivocado.