Una carta de amor manuscrita se desliza por la ventana. Es del esposo de Yusley, que luego la lee entre el alborozo de sus amigas.
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Sería una tierna escena de amor adolescente, si no fuese por lo que hay detrás de la ventana.
El esposo de Yusley está preso. Y espera que lo trasladen a otra cárcel porque, a apenas 20 metros de distancia, hay una celda ennegrecida en la que el día anterior hubo un motín y un incendio que dejó 68 muertos: 66 reos y dos mujeres que visitaban.
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A falta de conocer exactamente qué pasó y sin respuestas oficiales, a las afueras de la comisaría de la ciudad de Valencia, en el norte de Venezuela, se mezclan las escenas de alivio con las de desesperanza.
Están las muchachas que suspiran por un saludo del amado y que envían sándwiches de jamón y queso a los reos conocidos y a sus compañeros. Y los familiares que se percatan de que necesitan ir a la fiscalía a pedir permiso para retirar un cadáver por un problema de identificación.
Conforme el retén policial, el mayor de la ciudad, se vacía parcialmente, emergen las historias de las personas detenidas y de los familiares que durante meses y años visitaron a los reos en ese lugar.
Y cuentan que son las madres, esposas y abuelas las que proveen a diario la comida. Y denuncian la violencia dentro de comisarías hacinadas y el pago a policías para que permitan las visitas. Y dejan ver un sistema penitenciario y judicial fallidos.
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A falta de saber qué fue lo que pasó exactamente, en BBC Mundo reconstruimos cómo era la comisaría y su funcionamiento tras hablar con varios familiares de presos y agentes.
Tres celdas
Una verja separa apenas la calle del ala del centro donde hay tres calabozos. Por ahí los familiares entregan diariamente la comida que no suministra el Estado. El jueves se podía apreciar todavía el hollín del incendio del miércoles sobre las paredes blancas.
La primera celda tiene tres ventanucos en la pared exterior por los que el jueves los presos gritaban a sus familiares y denunciaban ante los periodistas.
Era la celda que daba cobijo a los acusados o detenidos por violación y otros delitos violentos. A unas 55 personas, calculan un familiar y un agente.
Luego estaba la zona de los funcionarios policiales, bien organizada y con buenos servicios.