Han pasado 38 años tras el asesinato de monseñor Romero en El Salvador y llevar el apellido d’Aubuisson ha sido una pesada carga para Marisa Martínez, la hermana del militar y fundador del partido de derecha —ahora en la oposición— Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
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Roberto d’Aubuisson ha sido señalado por la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas como el autor intelectual del magnicidio del religioso, quien fue beatificado en mayo de 2015 y será canonizado este año.
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A d’Aubuisson también se le acusa de ser el fundador de los escuadrones de la muerte que secuestraban, torturaban, asesinaban y desaparecían a los que ellos creían opositores de su causa.
Su hermana Marisa fue la rebelde de una familia de derecha, conservadora y aficionada al verde olivo. Pero ella, con 18 años, decidió irse a hacer voluntariado con comunidades indígenas de Guatemala.
Después estudió teología. En 1989 conformó la organización Centros Infantiles de Desarrollo (Cinde), que funciona en las zonas más populosas de El Salvador. Y diez años después se unió a la Fundación Romero, donde editan libros sobre la vida, obra y pensamiento del religioso.
A pesar de que ya perdonó a su hermano y pudo reconciliarse con él mientras estaba en su lecho de muerte víctima del cáncer, Marisa no puede ocultar cierta incomodidad al ser cuestionada sobre la trayectoria de Roberto.
"Pensé que esta entrevista trataría sobre monseñor Romero y no sobre mi hermano", le dice a BBC Mundo durante una charla en un hostal de San Salvador.
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¿Cuándo fue la primera vez que escuchó hablar de monseñor Romero?
El día que lo nombraron arzobispo en 1977. (Pero poco después), las Ligas Populares 28 de Febrero se tomaron el Parque Libertad (en el centro de San Salvador) porque hubo elecciones en esa semana y hubo un fraude tremendo.
Entonces monseñor Romero tuvo que ir a la iglesia El Rosario a convencer a la Guardia Nacional que dentro de la iglesia no tenían preso a ningún agente de seguridad. A mí eso me pareció una actitud muy valiente de él y comprometida.
La Guardia Nacional quería entrar a la iglesia y matar a la gente. Ya había [masacrado] a la gente que estaba reunida en el parque. Mataron a varios y los cadáveres los entraron a la iglesia de El Rosario. Monseñor Romero fue a mediar y logró que saliera la gente.
A los días mataron al padre Rutilio Grande. Romero preguntó a los feligreses qué debía hacer. Y fue entonces que hizo una misa única. Eso estremeció a todo el país y a la oligarquía y a los jefes militares.
¿Pudo encontrarse con monseñor Romero?
En varias ocasiones pude verlo, tocarlo y escucharlo. Antes de que lo mataran, yo le mandé una carta. Lo felicité por el premio internacional que le dieron por defender los derechos humanos. Le hablé sobre mi admiración por él y me respondió. Todavía guardo esta carta que me la mandó en febrero de 1980. La recibí el día 25 de marzo de 1980. Él ya estaba muerto.