Cuando Liudmila Pavlichenko llegó a Washington en agosto de 1942, en plena II Guerra Mundial, ya era la francotiradora más mortífera de la historia, azote implacable de la Alemania nazi.
PUBLICIDAD
Con apenas 25 años, a esta condecorada teniente del Ejército Rojo de Moscú se la acreditaban 309 muertes confirmadas, la mayoría de soldados de Adolf Hitler.
Aunque no son pocos los expertos que coinciden en que la suya fue una leyenda forjada por la Unión Soviética, quien la utilizó como propaganda.
De hecho, fue enviada a Estados Unidos en representación del Alto Mando Soviético para tratar de lograr el apoyo del país en el frente de Europa occidental, abierto por los nazis en 1940 al invadir Noruega, Dinamarca y Francia.
José Stalin buscaba desesperadamente que los Aliados invadiesen el continente, para forzar a los alemanes a dividir sus fuerzas y aliviar así la presión que ejercían sobre las tropas soviéticas, algo que no ocurriría hasta tres años después.
Con esa misión en mente pisó Pavlichenko la Casa Blanca —fue la primera soviética en hacerlo—, donde fue recibida por el presidente Franklin Roosevelt.
Y después se embarcaría en una gira por el país con la primera dama, Eleanor Roosevelt, para que contara a los estadounidenses sus experiencias en combate siendo mujer.
PUBLICIDAD
Del club de tiro al Ejército Rojo
El primer contacto de Pavlichenko con las armas lo tuvo a los 14 años en Kiev, a donde se había mudado con su familia de su natal Bélaia Tsérkov, una pequeña localidad ucraniana.
Como escribe Henry Sakaida en su obra "Heroínas de la Unión Soviética" (Osprey, 2003), trabajaba en una fábrica de municiones y decidió inscribirse en la asociación de tiro Osoaviajim, donde la instruirían en el manejo de armas.