En 1856 un adolescente llamado William Henry Perkin trabajaba en su laboratorio casero con la ambiciosa meta de encontrar un tratamiento para la malaria.
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Esta enfermedad, que entonces significaba un enorme problema para los exploradores europeos, se trataba con medicamentos a base de quinina, un compuesto que solo podía extraerse de plantas provenientes de Sudamérica.
Perkin buscaba crear una fuente más barata y confiable que la quinina, pero el experimento salió mal. Al menos desde el punto de vista médico.
Lo que el londinense de 18 años obtuvo fue un líquido oscuro cuyo residuo parecía teñir de púrpura todo lo que tocaba.
Entonces, hizo lo que toda mente curiosa haría: investigar las propiedades de su "error".
La "década malva"
Tras varias pruebas, Perkin mezcló su extracto con petróleo y etanol, y según la leyenda, probó su desarrollo en unas pantaletas de seda blancas de su hermana.