Durante dos semanas cada mes, Lucie parecía convertirse en otra persona: en una que sufría de innumerables problemas físicos y mentales, y ella no entendía por qué.
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"Era como si me hubieran puesto un peso encima", dice Lucie, de Reino Unido. "En un punto, fui al médico y le dije que creía que estaba poseída".
Antes de llegar a la pubertad, Lucie había sido una niña tranquila, feliz y despreocupada.
Pero a partir de los 13 años comenzó a sufrir depresión severa, ansiedad y ataques de pánico.
Comenzó también a autolesionarse y a experimentar cambios de humor extremos.
Entonces, a los 14 años, la sacaron de su escuela y la mandaron a vivir a una unidad de salud mental para adolescentes.
"Me diagnosticaron trastorno de estrés postraumático y trastorno obsesivo compulsivo (TOC), y mencionaban mucho la palabra bipolar", recuerda.
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Pero ninguno de estos diagnósticos parecía ajustarse a la naturaleza cíclica de sus síntomas.
Embarazos
Las cosas cambiaron drásticamente cuando quedó embarazada de su hijo Toby a los 16 años.
"A los pocos meses de estar embarazada dejé el hospital. Mis síntomas simplemente desaparecieron. Estaba feliz. Me sentía mentalmente muy, muy bien, lo cual era una sorpresa", cuenta.