En un lugar inhóspito, sin espacio y en apenas 199 días, Venezuela hizo realidad una aventura descabellada: levantar un edificio de 60 metros de altura que fue un instrumento político y un emblema del prestigio y la modernidad de un país pujante.
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Eso era en 1956.
El hotel Humboldt, ubicado a más de 2.100 metros de altura, es desde entonces un faro que vigila a un lado el valle de Caracas y al otro, el Mar Caribe.
Fue un modelo de modernidad, de capacidad, recursos y emprendimiento; y luego lo fue de ineficacia, desidia y disputas políticas.
Su contradictoria historia de éxito y fracaso, de lujo y abandono, es, de alguna manera, un reflejo de la de Venezuela.
El hotel, visible desde gran parte de Caracas si las nubes no lo impiden, en realidad sólo operó como tal durante cuatro años.