El ser humano siempre ha buscado alguna fuente inagotable de juventud o el elixir de la vida eterna.
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Pero quien finalmente logró hacerse "inmortal" fue una medusa de no más de dos centímetros de diámetro.
Después de millones de años de evolución, ese celentéreo alcanzó un poder de regeneración fantástico y no muere de causas naturales.
Solo fallece cuando acaba como presa de sus depredadores.
Si esto no ocurre, puede vivir para siempre.
La Turritopsis nutricula es una de las cerca de 4.000 especies de medusas conocidas en el planeta.
Fue descubierta en 1843 por el zoólogo francés René-Primevère Lesson.
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Pero su capacidad de vivir para siempre fue reconocida recientemente.
Dos historias
Hay dos versiones sobre el hallazgo de esta característica sorprendente.
De acuerdo con una de ellas, la inmortalidad de la Turritopsis nutricula fue descubierta de casualidad en la costa noroeste de Italia en 1988 por el entonces estudiante alemán de biología marina Christian Sommer.
El estudiante llevó al animal al laboratorio y lo observó por varios días. Y se sorprendió con lo que vio: la medusa simplemente no moría.