El vuelo 858 de Korean Airlines nunca llegó a su destino.
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El Boeing 707 había despegado de Bagdad (Irak), pero, tras haber hecho escala en Abu Dhabi, (Emiratos Árabes Unidos), explotó en pleno vuelo sobre el mar de Andamán, en el océano Índico.
No sobrevivió ninguno de sus 115 ocupantes, la mayoría trabajadores de Corea del Sur en el golfo Pérsico que regresaban a casa a ver a sus familias.
Ocurrió un 29 de noviembre de 1987.
Faltaban pocos meses para que Seúl, la capital surcoreana, se convirtiera en el foco de atención mundial por la celebración de los Juegos Olímpicos de 1988.
Kim Hyon-huitiene 56 años y en las raras entrevistas que concede explica que perpetró el atentado como parte de su misión al servicio del espionaje de Corea del Norte, cuyo gobierno quería sabotear el evento.
Afirma que los mandos de la inteligencia del norte planeaban crear una "sensación de caos" y, en última instancia, impedir que Seúl fuera la sede olímpica.
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De Irak a Bahréin
Le dijo a la periodista de la BBC Laura Bicker que la habían convencido de que prestaría un gran servicio a su país: "Me dijeron que iba a liberar Corea del Sur como una heroína revolucionaria".
"Estaba llena de orgullo".
Según su relato, que dejó escrito en un libro autobiográfico, actuó acompañada de otro agente surcoreano que ejercía como su superior.
Abordaron en Bagdad y dejaron el paquete camuflado como un aparato de radio y salieron del avión en Abu Dhabi.