Cada día, decenas de miles de personas pasan por la estación de ferrocarril de Zhengzhou, al este de China. Pero para saber si una de ellas cometió un delito, la policía tan solo tiene que mirar a través de sus nuevas gafas inteligentes.
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Del otro lado del lente de cristal tintado, el agente puede tomar una foto y tener acceso inmediatamente a una base de datos interna de sospechosos, que puede consultar en un dispositivo móvil parecido a una tableta.
La idea es poder identificar rápidamente a los fugitivos… y controlar más a nivel estatal a cada una de las personas que transitan por las megaciudades del país.
La clave detrás de su funcionamiento es una tecnología que no ha dejado de crecer en China en los últimos años: el reconocimiento facial.
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El dispositivo les permite a los agentes tomar una fotografía de un sospechoso y compararla con las imágenes que tienen almacenadas en la base de datos.
Si hay una coincidencia, pueden ver información sobre esa persona, como su nombre y dirección, y enviar a un oficial a buscarla.