Por casi 100 años dos indicadores se han utilizado para medir el éxito de un país: el Producto Interno Bruto o PIB, que se refiere a la riqueza, y la tasa de desempleo.
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Pero cuando se trata de entender qué tan bueno es un país para la calidad de vida de sus habitantes, esas metodologías no solo son incompletas sino que pueden no ayudar a entender el fenómeno.
Cuando se trata de estimar el "progreso social", que mide cosas como educación, alimentación o acceso a la vivienda, países con menores ingresos habitualmente superan a los más ricos.
"En general, los países más ricos tienen un mayor nivel de progreso social, por lo tanto, tener más crecimiento económico no es una mala idea", dice Michael Green, director ejecutivo del Índice de Progreso Social.
"Pero lo que también hemos descubierto, muy claramente, es que el progreso social no se puede explicar solamente por variables económicas. El PIB no es la doctrina".
El Índice de Progreso Social es uno de muchos indicadores que compila información de todas las naciones e intenta determinar qué tan bien lo está haciendo un país, en el sentido de responder a las necesidades de su población.
Habitualmente, los resultados de estos rankings son los que nos hacen soñar con irnos a vivir a Dinamarca o Nueva Zelanda.