En 1829 una destartalada mujer se sentó en el banquillo de los acusados en una corte del Distrito de Columbia en Estados Unidos acusada de ser malévola y buscapleitos.
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El fiscal había conjurado los cargos de una antigua ley común inglesa, que durante mucho tiempo había sido desestimada en Inglaterra como una "diversión para las masas", pues las acusadas -usualmente mayores- eran zambullidas en ríos, una medida precursora en juicios por brujería.
Inglaterra había suspendido la práctica a fines de la década de 1770, al mismo tiempo que dejó de colgar a mujeres y gitanas condenadas por ser brujas.
Décadas después, la excolonia revivió la ley para castigar a esta mujer que había usado su pluma contra hombres muy poderosos. Para empeorar las cosas, lo había hecho con humor, ese talento tan peligroso.
La acusada era Anne Royall, a quien 150 años más tarde el escritor Isaac Asimov describiría como "la primera mujer que rompió lanzas como periodista de Estados Unidos".
"Lo increíble sobre su experiencia es que fue condenada no sólo por su ejercer su libertad de expresión sino porque se atrevió, hace 200 años, a exigir que los hombres se responsabilizaran por sus actos", le dijo a BBC Mundo Jeff Biggers, autor de "The Trials of a Scold: The Incredible True Story of Writer Anne Royall".
"Además, osó ponerlos en dificultades y burlarse de ellos al escribir".
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"Hace dos siglos no estaba permitido que las mujeres fueran satíricas: estaban ahí para que se rieran de ellas, pero no les era permitido que se rieran de los hombres", afirma Biggers.
"Anne Royall no respeto ese código".