"Mi vida ha cambiado por completo. Antes tenía una buena vida, pero ahora todo es diferente".
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Neda, una tímida joven de 18 años, recuerda el día que unos doctores la forzaron a realizarse una degradante "prueba de virginidad".
Una noche de 2015, salía del ensayo de una obra de teatro en la provincia de Bamiyan, en el centro de Afganistán.
Caminar hasta su casa le hubiera llevado casi dos horas. Así que, junto con otra joven, aceptó subirse a un auto con dos amigos.
La familia de Neda pertenece a la clase trabajadora y esta dice que su mesada no le alcanzaba para cubrir sus gastos. A veces tenía que elegir entre comprar comida o pagar el transporte de vuelta a casa.
"Todavía me culpo a mí misma por haberme puesto en esa situación: por subirme al auto con hombres. Me culpo por haber avergonzado a mi familia. Pero también sé que era mi única forma de volver a casa", dice sentada en una alfombra deshilachada.
Tras recibir una queja, las autoridades de Bamiyan sospecharon que los jóvenes habían tenido sexo en el camino de vuelta a casa. Neda y su amiga fueron interrogadas.
"Fui acusada de libertinaje y me enviaron al centro médico para que me realizaran una prueba de virginidad", dice Neda mientras se arregla nerviosamente el pañuelo que le cubre la cabeza.