Imagina tener que pedirle a una señora de 95 años que no camine tan rápido…
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Bueno, a mí me tocó hacerlo.
Hilda Jeffe estaba caminando a tal ritmo que existía el riesgo de que el pequeño grupo que la seguía se quedara rezagado.
Recién nos habíamos encontrado en la recepción de la biblioteca pública de Nueva York, en la Quinta Avenida con la Calle 42.
Hilda trabaja allí como guía turística voluntaria y nos estaba llevando hacia una sala grande y con una decoración muy elaborada. Se trataba de la Sala Principal de Lectura Rose.
Más que caminar, Hilda da grandes zancadas. Conozco personas 60 años más jovenes que ella que son menos ágiles con sus pies.
En común con otros superancianos, Hilda ha mantenido su entusiasmo por la vida y el conocimiento.
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Hilda hace todos los días el crucigrama que publica el periódico The New York Times, forma parte de dos clubes de lectura, va a la ópera, a conciertos de música clásica y al teatro.
Va a todas partes a pie. De hecho, describe esa metrópoli como "una gran ciudad para adultos mayores".
El factor genético
Le pregunté a Hilda cuál era su secreto para su larga y saludable vida.