El martes en la madrugada las cacerolas volvieron a sonar en las calles de Buenos Aires después de un largo día de violentas protestas y un paro general que paralizó gran parte de la ciudad.
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Fueron los primeros "cacerolazos" -la manifestación favorita de las clases medias y altas en Argentina- que enfrentó el presidente Mauricio Macri.
El mismo que hace menos de dos meses recibía, en esos mismos barrios, un fuerte espaldarazo electoral con un arrasador triunfo en los comicios legislativos de medio término.
¿Qué cambió? Una reforma legislativa, propuesta a las apuradas por el Ejecutivo, que afecta a una de las poblaciones más queridas y vulnerables del país: los abuelos.
"¡Macri no te metas con nuestros viejitos!" y "¡Con los jubilados no!", decían algunos de los mensajes de quienes salieron a las calles para hacer oír su voz.
El objeto de la crítica era una reforma previsional que cambió la fórmula que se utiliza para calcular las jubilaciones y pensiones.