Desde el momento en que el vuelo charter despegó de Quito, supe que este viaje no era uno más. Se sentía diferente. En la puerta de embarque, entre maletas llenas de trajes de baño y ojos expectantes, algo nos conectaba: el deseo de sol, de pausa, de Caribe. Y ahí estaba Decameron, como anfitrión de una experiencia que empezaba en el cielo.
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El primer regalo fue la vista desde la ventanilla. Al cruzar el continente, las nubes daban paso a un mar turquesa que parecía pintado. Al aterrizar en Cartagena, el calor nos abrazó como un viejo amigo. Y desde ahí, todo fue parte de una coreografía perfecta: el traslado ágil, la primera postal de la ciudad amurallada entre murales y callejones que parecen salidos de una novela.

Cartagena: la ciudad que baila incluso de noche
Explorar Cartagena es como caminar dentro de una historia que se baila. Recorrimos el sector de Getsemaní, donde cada muro tiene una historia, cada farol parpadea con ritmo propio. La vida nocturna comenzó con una cena en Príncipe Galeotto, un restaurante que honra la cocina de mar con una vista que hipnotiza. Fue ahí donde entendí que el viaje no es solo destino: es sabor, es charla, es silencio compartido ante un buen plato.

Más tarde, en una chiva rumbera, la ciudad nos mostró su rostro más festivo. Bailamos al ritmo del Caribe mientras recorríamos puntos icónicos como el Monumento a los Zapatos Viejos y las letras de Cartagena en Marbella. El sonido de los tambores, una promesa cumplida: esto es lo que viniste a vivir.
Barú: el paraíso tiene nombre propio
Decameron Barú es un paraíso. Una isla, una energía maravillosa. Todo aquí parece diseñado para que respires despacio. El azul del mar se mezcla con el verde de la vegetación y los tonos cálidos de la infraestructura. Todo incluido, sí, pero también todo sentido.
El spa es un refugio. La entrevista con el personal me reveló lo que no se ve en las fotos: la calidez detrás del servicio, las historias de quienes trabajan con pasión.
Los shows nocturnos fueron otro capítulo memorable. “Carnavales del Mundo” es más que un espectáculo: es un viaje por las culturas que nos unen. Desde África hasta Brasil, cada ritmo enciende al público, cada paso habla. No se necesita traducción para aplaudir con el corazón.

Mujeres que inspiran desde adentro
En Cartagena conocí a cuatro mujeres que representan lo mejor de Decameron: Lyda, Yanides, María Claudia y Yuranis. Entre fogones, bandejas y sonrisas, construyen hospitalidad con manos firmes y vocación infinita. Escuchar sus historias fue un regalo. Me recordaron que los destinos no se sostienen por los paisajes, sino por quienes los hacen posibles.

Y al final… los sentidos despiertos
Este viaje fue un abrazo para los sentidos. El gusto, con cada ceviche y jugo tropical. El oído, con la risa de los viajeros y la música de fondo. La vista, con postales que no necesitan filtros. El tacto, con la arena entre los dedos y los masajes en el spa. El olfato, con el aroma de las toallas frescas al volver al cuarto. Todo. Incluido.
Hoy, desde Quito otra vez, no solo recuerdo lo vivido. Lo revivo. Porque Fly & Explore con Decameron no es solo un slogan, es una invitación a viajar distinto: con todo cubierto, con todo resuelto, pero sobre todo, con todo abierto a la emoción.
Decameron Cartagena y Barú me dejaron claro que hay lugares que no se visitan, se sienten. Y que el Caribe Colombiano, cuando se vive con libertad, compañía y sol... simplemente se queda en ti.